Martí lo llama “héroe sin tacha” y “diamante con alma de beso”. Le elogia el coraje, la hombría, la virtud, la caballerosidad, su apego a la ley. “Por su modestia parecía orgulloso”, dice, y recuerda que se sonrojaba cuando le ponderaban el mérito y que se le humedecían los ojos si sabía de una desventura. “Era como si por donde los hombres tienen corazón tuviera él estrella. Su luz era así, como la que dan los astros…”
Ignacio Agramonte y Loinaz o Loynaz nació en Camagüey en 1841 y murió el 11 de mayo de 1873 en la batalla de Jimaguayú. Patriota cubano que fue presidente del Comité de Camagüey y contribuye en la redacción de la primera constitución de la República de Cuba.
Perteneció a una de las familias de más prestigio y dinero de Camagüey, al igual que su esposa Amalia Si-moni Argilagos. Estudió Derecho en La Habana y en 1867 ingresó en la carrera jurídica. Desde los primeros años de la universidad se sintió atraído por las ideas independentistas y se integró en los grupos que desde los claustros propugnaban y luchaban por la libertad de Cuba.
En 1868, a pesar de que su formación era estrictamente académica, se unió a las fuerzas de Carlos Manuel de Céspedes en la insurrección de La Demajagua y se encargó de dirigir a los rebeldes en la provincia de Camagüey. Más tarde, con la conformidad de Céspedes, desempeñó el cargo de comandante de las fuerzas revolucionarias.
El 27 de diciembre de 1868 fue delegado a la Asamblea constituyente de Guáimaro. En la reunión se dictó la primera ley cubana de abolición de la esclavitud que redactó y firmó Agramonte; aunque sólo tuvo vigencia en los territorios dominados por los revolucionarios, fue un significativo antecedente que obligó a España a poner en vigor la ley que liberaba a los esclavos menores de 11 años y mayores de 60. La ley Moret, nombre del político liberal que la impulsó, tuvo pocos efectos, pero las dos leyes, tanto la cubana como la española, marcaron el principio del fin de la esclavitud. En febrero de 1869, por encargo de la Asamblea, Agramonte redactó la primera constitución de la República de Cuba. Cuando el capitán general Domingo Dulce llegó a la Isla Domingo, Agramonte, como presidente del Comité de Camagüey, sostuvo con él varias conversaciones sin lograr ningún acuerdo. El gobierno de Dulce se enfrentó a los independentistas y en 1870, ante las medidas represivas contra los revolucionarios criollos, Agramonte renunció a las representaciones legislativas para tomar parte activa en la lucha y fue nombrado mayor general jefe de la división de Camagüey.
Con una república recién estrenada y muchos intereses contrapuestos entre sus dirigentes, resultaba imposible que no surgieran diferentes puntos de vista que condujeran a enfrentamientos. Diferencias surgidas con Carlos Manuel de Céspedes le obligaron a renunciar al cargo. Sin embargo, más tarde volvió a los campos de batalla para luchar por la libertad de su compañero Sanguily, que había caído prisionero en manos de las tropas españolas. A partir de ese momento fueron numerosos los encuentros con las fuerzas realistas; en uno de ellos, en el combate de Jimaguayú, perdió la vida cuando no había cumplido los 32 años.
Su Muerte
Agramonte se dispuso a librar el combate de Jimaguayú, la mañana del 11 de mayo de 1873. Casi todas las condiciones apuntaban a su favor: más de 500 hombres a sus órdenes -aceptablemente equipados y con una alta moral-, así como un amplio conocimiento de la ubicación del enemigo y sus propósitos. La victoria parecía segura para las armas cubanas. Sin embargo, sobrevino lo inesperado.
Al igual que en otras muchas ocasiones, Agramonte concibió su plan en la idea del engaño al enemigo. Así lo aconsejaba la correlación de fuerzas, inclinada hacia España en una proporción aproximada de 2 a 1. Pretendía aprovechar la acometividad propia de la caballería española para hacerla caer en una trampa mortal y aniquilarla antes que la infantería pudiera socorrerla.
Se trataba del clásico “martillo” mambí. La estratagema, lamentablemente, no funcionó y la lid se entabló de forma distinta a la concebida por Agramonte Este no tardó en comprender que el parque mambí resultaría insuficiente en tales circunstancias. Se imponía, pues, la retirada.
Numerosas y a menudo contradictorias son las versiones de lo ocurrido a partir del momento en que el jefe de las tropas camagüeyanas decidió sacarlas del combate aquel infausto 11 de mayo. Todo parece indicar que Ignacio, junto a unos pocos jinetes, intentó una carga contra el flanco izquierdo de la Primera Compañía del enemigo, a fin de atraer sobre sí su atención y facilitar el repliegue.
Lo cierto es que, cuando galopaba en su corcel Ballestilla hacia el centro del potrero, Agramonte se adelantó al resto de sus compañeros y fue blanco de uno de los disparos que le hicieron súbitamente, a corta distancia, los tiradores de la Sexta Compañía de León. Sus integrantes se encontraban ocultos entre la alta hierba de guinea de la margen oriental del arroyo Basulto y lograron que un proyectil lo alcanzara en la sien derecha, causándole la muerte de forma instantánea.