En mi larga lucha por la libertad de Cuba y de América, en muchas ocasiones se me han ofrecido generosamente banquetes de honor, diplomas de reconocimiento, nombramientos importantes, llaves de la ciudad y hasta la designación en vida de una calle de Miami con mi humilde nombre y apellido.
Todas, menos dos, las he rechazado.
No creo merecerlas.
Una que acepté fue la de la Academia de la Historia de Cuba, bajo la Presidencia de ese grande que era Don Emilio Martinez Paula, cuando fuimos honrados con la Presidencia Emérita de dicha institución.
La otra, cuando Remember Maceo, sobrina- nieta del Titán de Bronce me regaló una bella placa conmemorativa de mi visita y discurso en la histórica Tampa, en el gran salón de eventos del iconico Club Martí-Maceo.
Qué hemos hecho al fin, y qué merecimiento tenemos, si aún Cuba no es libre, si aún no hemos conquistado de nuevo la tierra prometida.
Me daría pena aceptar esos homenajes a destiempo, cuando hay tanta gente valiosa cuyos méritos se ignoran y cuyos grandes logros se disminuyen y desvalorizan.
Cuánto intelectual y periodista valioso, cuánto viejo guerrillero, cuántas ex-presas políticas y defensores de derechos humanos, cuántos héroes anónimos, andan por ahí, ignorados y pasando necesidades, mientras los arrivistas y empuja- empuja secuestran las primeras páginas y los principales cintillos de una prensa complaciente, mercenaria y cómplice.
Algún día, en una Cuba liberada, quizás mi ego, que todos lo tenemos, me ordene aceptar algún tipo de reconocimiento.
Eso, sí estoy vivo entonces, que lo dudo.
Si estoy muerto, por favor, olvídense de mi.
Total, sólo he tenido hijos, amigos y amores, sembrado árboles y escrito libros.
Acaso hemos arado en el mar, hablado en el desierto, esculpido en la arena, construido en el viento
Total : Nada.