Estamos por terminar el Mes de la Herencia Hispana designado oficialmente para que cada año, recordemos y celebremos las contribuciones de la comunidad hispana en el país y la herencia que dejaron los conquistadores ibéricos a su paso por el continente.
El presidente Lyndon B. Johnson lo instituyó, como una Semana Herencia Latina, hacia 1968. Luego, en 1988, el presidente Ronald Reagan los extendió a un mes y convino con el Congreso que fuera por ley su celebración.
El 15 de septiembre fue elegido como fecha de inicio para coincidir con las celebraciones del Día de la independencia de cinco países latinoamericanos: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua. Además, México y Chile festejan su independencia el 16 de septiembre y el 18 de septiembre respectivamente.
El asentamiento de una presencia colonial
española al norte de Nueva España
La presencia hispana en Estados Unidos se remonta a la época de la conquista del Nuevo Mundo, cuando los españoles hicieron incursiones en el territorio amerindio situado al norte de sus nuevas colonias. Al igual que la exploración de la tierra fronteriza en América del Sur, en el norte ésta solía estar impulsada por la leyenda.
Ponce de León llegó en 1513 a lo que bautizó Florida en busca de la mítica isla Bimini y su fuente de la juventud. Unas décadas después el ilustre náufrago Alvar Núñez Cabeza de Vaca recorrería a pie durante ocho años todo el suroeste y publicaría a raíz de este largo viaje su Relación de 1542, la primera crónica de la topografía norteamericana y de su población amerindia. Cabeza de Vaca no abandonó nunca la esperanza de encontrar las Siete Ciudades de Cíbola (ciudades opulentas fundadas según la leyenda por siete obispos portugueses que se habían fugado de la invasión musulmana cruzando el océano), y sugirió en su Relación que Cíbola se hallaba al norte de México, lo cual inspiraría sucesivas incursiones en lo que más tarde sería Nuevo México.
Debido a la fuerte resistencia indígena que encontraron, los españoles tardaron en establecerse al norte de México. Hubo una extensa exploración de estos territorios–tanto de sus costas atlántica y pacífica como de su interior–por figuras como Hernando de Soto, descubridor del río Misisipí; pero la colonización de estas áreas fue lenta y limitada, y se concentró sobre todo en lo que hoy son Nuevo México y Texas, enfrentando repetidas sublevaciones de los habitantes originales, los indios Pueblo. Sin embargo, cada vez que se presentó una amenaza extranjera a su posesión territorial, los españoles respondieron para proteger sus intereses. En 1565 fundaron en Florida la primera colonia norteamericana, San Agustín, después de arrebatarles a unos colonos franceses protestantes el control de la misma región. Los españoles no se establecieron firmemente en California hasta fines del siglo XVIII, cuando construyeron los fortines militares (presidios) de Monterrey (1770), San Diego (1769) y San Francisco (1770).
La adquisición estadounidense de territorio mexicano
La independencia de las colonias españolas causó una reconfiguración de los territorios norteamericanos. España vendió Florida a Estados Unidos en 1821 por cinco millones de dólares y tuvo que ceder los demás territorios a la nueva República de México, por lo que ésta creció al norte hasta Oregón y al este hasta Texas.
En Texas se produjo una evolución demográfica anómala que terminó por desestabilizar el control mexicano en todos estos territorios. Después de que EE.UU. comprara a Louisiana a Francia en 1803, España temió mayores expansiones y pobló Texas con colonos católicos angloamericanos para asegurarse la lealtad a la Corona. Con la independencia de México las tensiones culturales y lingüísticas entre colonos hispanos y angloamericanos se intensificaron.
El conflicto se agravó en 1829, cuando el gobierno mexicano abolió la esclavitud–institución de la que dependían económicamente los colonos anglo-americanos–y prohibió la inmigración angloamericana y el comercio con Estados Unidos en territorio mexicano. La tensión llegó a su punto máximo con la batalla del Álamo (1835-1836), en que los mexicanos vencen a los angloamericanos. Poco después, el avance de las tropas mexicanas para sofocar la rebelión fue detenido en la batalla de San Jacinto y los colonos angloamericanos declaran su independencia del gobierno mexicano.
Cuando en 1845 Texas es admitida a la Unión norteamericana, México corta relaciones diplomáticas con este país y entra en un período de hostilidades que culmina en la guerra mexicano-americana. El tratado de Guadalupe-Hidalgo de 1848, que pone fin a la guerra, anexiona a Estados Unidos el territorio mexicano al norte del río Grande, incluyendo California al noroeste, a cambio de 15 millones de dólares.
Los inmigrantes mexicanos durante la década de los años 20 se consideraban residentes temporales y alimentaban la esperanza de volver más ricos a México.
El aumento demográfico da lugar a que se desarrolle durante este período el fenómeno cultural del “México Lindo”. Se trata de un indigenismo de índole nostálgica que tiene como resultado la formación de entes políticos como el Congreso Mexicanista y la Asamblea Mexicana, fundados en Texas en 1925 para combatir los abusos legales y la violencia contra los mexicano-americanos. A escala nacional, en 1929 se funda la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos (League of United Latin American Citizens, LULAC) con el propósito de proteger los derechos civiles de los ciudadanos hispanos, que se estaban violando sistemáticamente.
Hacia fines del siglo XIX, las relaciones entre Puerto Rico y Estados Unidos se hicieron más estrechas.
Estados Unidos dependía del contrabando de azúcar, café y tabaco proveniente de Puerto Rico y los intelectuales isleños, tanto cubanos como puertorriqueños, se refugiaron en Nueva York para planificar su independencia, aunque, como muestran los escritos de José Martí, esta acogida no siempre significó que desarrollaran una opinión positiva sobre los Estados Unidos.
Durante los años 60, tanto los chicanos (denominación de los mexicano-americanos derivada de la pronunciación palatal de “mexica”, nombre verdadero de los aztecas) como los puertorriqueños se organizaron en movimientos paramilitares para poner fin a la discriminación que sufrían las poblaciones hispanas.
En la “década radical” se destacan también Fidel Castro y su modelo de comunismo cubano. La Revolución Cubana de 1959 dio pie a una primera ola de inmigración cubana a Florida, cuyas comunidades cubanas se remontaban al traslado de las fábricas cubanas de puros a Key West y Tampa a fines del siglo XIX. Los primeros refugiados anticastristas, evacuados principalmente por puente aéreo entre 1965 y 1973, eran burgueses y educados, por lo que lograron establecer una comunidad próspera, económicamente liberal e ideológicamente conservadora, que ha tenido gran influencia en la política estadounidense y el mantenimiento del bloqueo de Cuba.
Otras olas migratorias cubanas son conocidas como “Mariel Boat Lift” (marielitos), de los 80 y la de los “balseros” en los 90.
Entre las influencias culturales hispanas de más importancia está la musical. Las relaciones musicales entre las culturas latinoamericana y estadounidense se remontan muy atrás en el tiempo; por ejemplo, la habanera, una forma musical afrocubana, había influido en la música estadounidense ya a comienzos del siglo XIX. Sin embargo, y a pesar del furor del tango rioplatense durante la Primera Guerra Mundial (la primera gran moda musical “latina”), fue recién en los años 30 cuando la música popular española e hispanoamericana comenzó a marcar decididamente la historia de la música estadounidense.
En los 60, sin embargo, se produce el estallido de la salsa –género nacido en la comunidad latina de Nueva York–, y una creciente influencia latina en el jazz de vanguardia, con figuras como el saxofonista argentino Leandro “Gato” Barbieri o el pianista estadounidense Chick Corea. Desde 1969 se producen nuevas experiencias de fusión latino-estadounidense, como la liderada por Carlos Santana, un músico de San Francisco nacido en México.
Y así, en muchos aspectos como en el deporte, la herencia hispana se ha hecho presente por siempre en los Estados Unidos.
La presencia hispana en Estados Unidos se remonta a la época de la conquista del Nuevo Mundo, cuando los españoles hicieron incursiones en el territorio amerindio situado al norte de sus nuevas colonias. Ponce de León llegó en 1513 a lo que bautizó Florida en busca de la mítica isla Bimini y su fuente de la juventud.