Por Yolanda Calderón
La historia es historia, sea buena o sea mala dependiendo de los ojos con los que se mire, es la forma como nuevas generaciones van aprendiendo y conociendo todos los sucesos y acontecimientos que ocurrieron antes de que llegaran a este Planeta. Todos los rincones del mundo tienen su propia historia plasmada en libros, vídeos, pinturas, monumentos, estatuas, que son recordatorios vivos de un pasado que al conocerlos y reconocerlos nos da un ‘plus’ a la cultura que vamos adquiriendo a lo largo de nuestras vidas. Lo que actualmente ocurre en los Estados Unidos, donde algunos movimientos se han dado a la tarea de derribar estatuas y exigir remover cualquier vestigio de la época confederada, no es una buena señal y mucho menos una buena idea de un pueblo civilizado e inteligente.
Un grupo de manifestantes en Carolina del Norte derribó la estatua de un soldado confederado de casi un siglo de antigüedad durante una protesta contra el racismo.
Una multitud de decenas de personas enardecidas de amplia diversidad, aclamaron cuando la estatua de un soldado que sostiene un fusil, cayó al suelo frente al antiguo edificio de una corte, que ahora alberga oficinas del gobierno local. Y aunque los hechos de violencia también en Virginia han causado que funcionarios se pronuncien por el retiro de los símbolos de la Confederación en Carolina del Sur, Carolina del Norte tiene una ley que los protege. La normativa promulgada en 2015 impide retirar ese tipo de monumentos en propiedad pública sin el permiso de las autoridades estatales. Pero volviendo al hecho de que la historia es historia, lo que estamos viendo en las imágenes de televisión, podemos considerarlo como una falta de respeto de las nuevas generaciones a la historia que este país ha ido escribiendo desde su creación.
Cada uno de los hechos que han ocurrido a lo largo de los siglos, es lo que ha forjado el talante estadounidense.
Podemos estar o no de acuerdo, podemos reflexionar sobre que lo ocurrido en años pasados no fue correcto, no fue justo, pero las huellas no se pueden borrar, porque sería como borrar la identidad de un pueblo.
Y siempre nuestras vidas tendrán un positivo y un negativo. No se puede permitir que unas turbas, con supuestas ideas modernistas o tal vez sean antiquísimas, cerradísimas, vayan por ahí destruyendo monumentos, eso sería equiparlo a lo que han hecho los grupos fanáticos religiosos en el Medio Oriente, que han acabado con monumentos en ciudades enteras como en las ruinas de Palmira, donde el Estado Islámico y sus milicianos destruyeron varias esculturas saqueadas de las ruinas de la ciudad siria, entre ellas una estatua de un león de más de 2.000 años de antigüedad o en la ciudad de El Mansurá en Egipto, donde vándalos destruyeron una estatua de uno de los faraones egipcios en la plaza central. Por eso necesitamos urgentemente políticas audaces que detengan, que hagan frente a las nuevas amenazas del extremismo violento y la limpieza cultural e histórica, que es lo que pretenden estos grupos que en el caso de Estados Unidos se proclaman como progresistas y antiracistas. Los ataques contra la cultura y la historia son más que un asunto cultural. Son un asunto de seguridad y de construcción de paz.
No podemos cambiar la historia pero si aprender de ella. ¿Quién es el siguiente, si no paramos esto, Washington, Jefferson? íQué tontería! Las estatuas que pretenden remover pertenecen a patriotas que en su momento hicieron lo que pensaron era correcto para el tiempo en que vivieron. En nuestro estado, el presidente de la Universidad de Texas, también sucumbió a la presión. El presidente de la Universidad de Texas en Austin, Greg Fenves, ordenó la remoción inmediata de estatuas de Robert E. Lee y otras destacadas figuras confederadas de un área principal del campus, diciendo que tales monumentos se han convertido en “símbolos de la supremacía blanca moderna y neo-Nazismo.” Y en tiempos recientes, también a escuelas de nuestras áreas se les ha cambiado los nombres por considerar que esos nombres, solo representaban un pasado que quieren tapar los que llevaron a cabo y estuvieron de acuerdo con la propuesta.
Vimos también vandalizada la estatua de Colón que se encuentra en un céntrico parque de nuestra ciudad. Y a propósito, en California el Ayuntamiento de Los Ángeles votó a favor de cambiarle el nombre a la fiesta de Columbus Day, el día de Cristóbal Colón, por el de Indigenous People’s Day, o día de los pueblos indígenas.