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jueves, diciembre 7, 2023
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Asheville, la joya de Carolina del Norte

Además de ofrecer espectaculares paisajes otoñales, la ciudad alberga la lujosa Biltmore Estate la espectacular mansión de los Vanderbilt. Inspirada en un castillo de estilo renacentista francés

En esta época del año, la naturaleza de Carolina del Norte se viste con sus galas otoñales, brindando un espectáculo incomparable. A medida que se avanza por la carretera, al igual que al comienzo de un tímido romance, empiezan las insinuaciones.

El intenso verde del paisaje muestra algunas hojas rojizas aquí y allá, otras de un intenso carmesí, arbustos anaranjados entremezclados con otros amarillos, hasta que todo el follaje se convierte en una maravillosa explosión de rojos, verdes, amarillos, anaranjados y marrones. Ocasionalmente, las orillas del camino aparecen tapizadas de florecillas amarillas.

Por lo menos una vez en la vida hay que verlo en todo su esplendor, aproximadamente hacia finales de octubre y los primeros días de noviembre. En Carolina del Norte, las temporadas de follaje otoñal, se cuentan entre las de mayor duración, debido a las variaciones en la elevación del terreno, a microclimas y a cerca de cien especies de árboles que cambian sus hojas.

Asheville

La metrópolis de mayor tamaño en la parte occidental del Estado, cuenta con más de 83,000 residentes. En el centro, encontrará Pack Place, conglomerado para la educación, artes, y ciencias, además del Museo de Arte, el Museo Colburn de Gemas y Minerales, y el Teatro Diana Wortham.

En su recorrido, la Basílica de Saint Lawrence, sitio histórico nacional, tiene la mayor cúpula de tejas sin apoyo de Estados Unidos, obra del arquitecto español Rafael Guastavino.

La estructura completa no tiene vigas de ningún tipo, hay que verla.

Otro lugar de visita obligada es The Grove Park Inn, hotel y spa (groveparkinn.com), que figura en el Registro Nacional de Sitios Históricos y que alberga la mayor colección mundial de muebles y artefactos lumínicos del movimiento Arts and Crafts en Estados Unidos (1875-1920). Este hotel es señorial y elegante en su estilo, y cuenta con cuatro restaurantes, algunos de ellos galardonados. La vista es espectacular –los campos del hotel, la ciudad de Asheville que se ilumina al anochecer, todo enmarcado por las montañas Blue Ridge. El centro de Asheville y sus alrededores ofrecen todo tipo de opciones culinarias bajo techo o al aire libre, cuando el clima lo permite, que abarcan mucho más que la sabrosa cocina sureña. Las artes también están muy presentes.

Más de dos docenas de galerías despliegan sus colecciones en el downtown de la ciudad.

Biltmore Estate

El mayor atractivo de Asheville es Biltmore Estate, la espectacular mansión de los Vanderbilt. Inspirada en un castillo de estilo renacentista francés, que recuerda a Chambord, en el valle del Loira, la señorial estructura, que recibe un millón de visitantes anualmente, es un viaje retrospectivo a la historia de aquella época. Biltmore fue la visión de

George W. Vanderbilt, nacido en el seno de una de las familias más ricas del mundo. Concebida por primera vez en 1888, sus puertas abrieron formalmente para familiares y amigos, en la Nochebuena de 1895. Vanderbilt vivió allí con su esposa Edith y su hija Cornelia. Diseñada por Richard Morris Hunt, la mayor residencia de Estados Unidos cuenta con 250 habitaciones –35 dormitorios y 43 baños, no todas abiertas al público– que exhiben la estupenda colección familiar de arte, antigüedades y mobiliario. Biltmore se extiende por más de 8,000 acres de terreno, que incluyen maravillosos jardines, diseñados por Frederick Law Olmsted, considerado el padre de la arquitectura paisajística estadounidense.

Las vistas desde la mansión son espectaculares.

La exhibición The Vanderbilts at Home and Abroad (Los Vanderbilt en su hogar y en el extranjero). El recorrido del visitante puede realizarse con o sin audífonos, pero lo recomendable es con sonido.

Ambiente tras ambiente, se vislumbra la vida de abundancia en la que la familia vivía en aquella época.

La mansión cuenta con todas las comodidades disponibles en aquellos años. El vestíbulo de entrada era donde se recibía a los invitados. Luego aparece el jardín de invierno, uno de los ambientes favoritos.

Un gran techo de vidrio ilumina la escultura de la fuente central.

También, se destaca el comedor para banquetes, con un techo de siete pisos de altura y tapices flamencos.

En lo alto, hay un órgano de tubos Skinner, una preciosidad. Durante la II Guerra Mundial, este salón albergó importantes pinturas y esculturas de la Galería Nacional de Arte, en Washington, D.C., para protegerlas.

Las habitaciones familiares están decoradas con tesoros artísticos de renombre, tales como el juego de ajedrez que perteneciera a Napoleón Bonaparte.

El friso de la habitación de la chimenea tirolesa, está hecho con azulejos de porcelana suizos del siglo XVIII, pintados a mano.

Una belleza. Además de todas las otras habitaciones, Biltmore Estate tenía una bolera, una piscina interior hermosa y hasta un gimnasio.

Actualmente, Biltmore Estate cuenta también con la Antlier Hill Village, igualmente atractiva. Contrario a la creencia popular, la vinería más visitada de Estados Unidos no se encuentra en el valle californiano de Napa, sino en Biltmore, adonde llegan 600,000 visitantes al año a probar algunos de los varios vinos premiados

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